Nadie desconoce que el término “aprender” es polisémico. A los muchos significados que podemos encontrar en el uso cotidiano de la palabra, debemos agregar la tendencia a confundirlo con otros como “estudiar”, e incluso con “educación”, o a establecer una relación casi causal con el término “enseñanza”. Y eso no es exacto porque, si bien estudiar es uno de los caminos para aprender, no es el único, por lo que considerarlos sinónimos es un error. Si bien toda educación implica un aprendizaje, no todo aprendizaje implica necesariamente educación, y no todo lo que aprendemos se lo debemos a la enseñanza: muchos de nuestros aprendizajes – quizás los más importantes- son resultado de nuestros errores y descubrimientos, sin que haya intervenido alguien para enseñárnoslos.
En cuanto a los múltiples significados del término, parece ser que una de razones de que esto suceda se halla ya en la etimología de la palabra “aprendizaje”. Podemos encontrar que aprender deriva principalmente de “apprehendere”, que significa “captar”, apoderarse de algo, tomar posesión (incluso de algo superior); en otras palabras, su significado se asocia a la idea de entender, comprender (Hernández de Lamas, 2000). Esta raíz es probablemente la que subyace en la mayoría de las definiciones académicas que se han formulado acerca del aprendizaje.
Pero hay otra etimología que, aunque no se refleja con la misma frecuencia en las definiciones más académicas, sí está presente en la representación que tenemos del aprendizaje en el uso cotidiano. Esta es “apprendere”, cuyo significado es el de “incluir algo en algo”. Es decir, remite a la idea de incorporar. Cuando se define al aprendizaje como la incorporación de un contenido, o se prioriza el aspecto receptivo del aprendizaje por sobre la comprensión, es ésta la etimología que subyace. Y otro aspecto relevante de esta raíz, es que implica la idea de un enseñante, de alguien que transmite aquello que será recibido.
Está claro que ambas raíces etimológicas no son incompatibles ya que “recibir” no evita que al mismo tiempo el contenido de un aprendizaje sea “captado”. Pero, si no son incompatibles, tampoco puede decirse que la relación entre ambas es siempre lineal: puedo “recibir” una información pero no “captarla”, o puedo “captar” algo que no refleja exactamente la información “recibida”. En términos más académicos, diremos que recibir información no implica captarla ya que la enseñanza no garantiza el aprendizaje. De hecho, el aprendizaje tampoco supone necesariamente la figura de un enseñante, ya que el aprendizaje existe independientemente de la enseñanza (mientras que la enseñanza no tiene sentido alguno sin suponer el propósito y la posibilidad del aprendizaje).
Algo similar puede plantearse acerca de la relación entre aprendizaje y estudio. Indudablemente, el estudio es una de las maneras de aprender, pero no es la única. Por otro lado, el propósito del estudio es, justamente, el aprendizaje, de manera que es posible definir al estudio como la búsqueda sistemática del aprendizaje por parte de un sujeto. Chevallard describe al estudio como “el eslabón entre la enseñanza y el aprendizaje”, y es una buena metáfora del lugar que ocupa.
Pero la polisemia del término “aprendizaje” no termina en los múltiples sentidos que tiene en su uso cotidiano. Si bien, como dijimos, la mayoría de las definiciones académicas toman el significado derivado de “apprehendere”, eso no debe hacernos pensar en un acuerdo entre quienes se dedican a estudiarlo. Transcribiremos aquí varias de las definiciones que gozan de aceptación en el ámbito académico y que fueron formulados por especialistas de diferentes áreas y ámbitos.
El aprendizaje es “…un proceso de cambio relativamente permanente en el comportamiento de una persona generado por la experiencia” (Feldman, 2005)
… el aprendizaje es un sub-producto del pensamiento… Aprendemos pensando, y la calidad del resultado de aprendizaje está determinada por la calidad de nuestros pensamientos.” (Schmeck, 1988)
“El aprendizaje consiste en un cambio de la disposición o capacidad humana, con carácter de relativa permanencia y que no es atribuible simplemente al proceso de desarrollo”. (Gagné, 1988)
Shuell (1991) define aprendizaje como “…un cambio perdurable en la conducta o en la capacidad de comportarse de una determinada manera, la cual resulta de la práctica o de alguna otra forma de experiencia”.
«El aprendizaje es cualquier cambio que haga un sistema para adaptarse a su medio ambiente.» Herbert Simon
Proceso por medio del cual la persona se apropia del conocimiento, en sus distintas dimensiones: conceptos, procedimientos, actitudes y valores. (Rafael Ángel Pérez )
Proceso a través del cual se adquieren habilidades, destrezas, conocimientos… como resultado de la experiencia, la instrucción o la observación (Isabel García)
“Se puede definir como un cambio relativamente permanente en el comportamiento, que refleja la adquisición de conocimientos o habilidades a través de la experiencia, y que pueden incluir el estudio, la instrucción, la observación o la práctica. Los cambios en el comportamiento son razonablemente objetivos, y, por lo tanto, pueden ser medidos.” (D. Papalia)
El aprendizaje es un cambio relativamente permanente del comportamiento que ocurre como resultado de la práctica. (Rubén Ardila)
El aprendizaje humano conduce a un cambio en el significado de la experiencia: la verdadera educación cambia el significado de la experiencia humana. (Novak, Godwin)
El aprendizaje puede ser considerado – en su sentido más amplio – como un proceso de adaptación; el hombre adquiere nuevos modos de comportamiento y ejecución, con el objeto de hacer mejores ajustes a las demandas de la vida. (Travers)
El aprendizaje es el proceso de adquirir cambios relativamente permanentes en la comprensión, actitud, conocimiento, información, capacidad y habilidad, por medio de la experiencia. (Wittrock)
El aprendizaje, considerado desde la psicobiología, consiste en la inducción de cambios neuronales relacionados con la conducta como consecuencia de la experiencia. La memoria consiste en su mantenimiento y en la expresión del cambio conductual. (Pinel)
Hilgard (1979) define aprendizaje por “el proceso en virtud del cual una actividad se origina o cambia a través de la reacción a una situación encontrada, con tal que las características del cambio registrado en la actividad no puedan explicarse con fundamento en las tendencias innatas de respuesta, la maduración o estados transitorios del organismo (por ejemplo: la fatiga, las drogas, entre otras)”.
Pérez Gómez (1988) lo define como “los procesos subjetivos de captación, incorporación, retención y utilización de la información que el individuo recibe en su intercambio continuo con el medio”.
Beltrán (Beltran, 1990) define el aprendizaje como: “Un cambio más o menos permanente de la conducta que se produce como resultado de la práctica”.
“Llamamos aprendizaje a la modificación relativamente permanente en la disposición o en la capacidad del hombre, ocurrida como resultado de su actividad y que no puede atribuirse simplemente al proceso de crecimiento y maduración o a causas tales como enfermedad o mutaciones genéticas”. (Díaz Bordenave, 1986)
El aprendizaje consiste en la búsqueda de construcción de significados, bajo la orientación del procesamiento cognitivo. Beltrán (1993)
El aprendizaje “… es un proceso activo en que los estudiantes construyen nuevas ideas o conceptos basados en sus conocimientos actuales y pasados.” (Pimienta, 2008)
El aprendizaje implica un proceso constructivo interno, auto-estructurante y en este sentido, es subjetivo y personal. El grado de aprendizaje dependerá del nivel de desarrollo cognitivo, emocional y social, y de la naturaleza de las estructuras del conocimiento. Tünnermann Bernheim (2011)
Una lectura de estas definiciones permite reconocer algunos elementos comunes. Entre ellas, parece haber acuerdo en que el aprendizaje implica un cambio en alguna faceta de la conducta, y en que ese cambio debe ser relativamente estable (y no pasajero), como también en que la explicación de ese cambio no puede atribuirse a otros factores (madurativos, evolutivos, psicopáticos, sustancias adictivas, etc.) Parece haber acuerdo, también, en que el aprendizaje es resultado de una o más experiencias (observaciones, estudio, ejercitación, actividades del individuo, etc.)
Pero además de estos acuerdos, hay que explicar las diferencias entre estas distintas definiciones. Algunos autores buscan explicar esta pluralidad indicando que la diferencia se halla en el género de actividad que implica el aprendizaje. Así, Knowles y otros (2001:15) se basan en la definición de Gagné, Hartis y Schyahn, para expresar que el aprendizaje es en esencia un cambio producido por la experiencia, pero distinguen entre: El aprendizaje como producto, que pone en relieve el resultado final o el desenlace de la experiencia del aprendizaje. El aprendizaje como proceso, que destaca lo que sucede en el curso de la experiencia de aprendizaje para posteriormente obtener un producto de lo aprendido. El aprendizaje como función, que realza ciertos aspectos críticos del aprendizaje, como la motivación, la retención, la transferencia que presumiblemente hacen posibles cambios de conducta en el aprendizaje humano. En la misma dirección que los autores, Alonso (Alonso, 1997) señala que la confusión sobre el concepto de aprendizaje se debe a no diferenciar entre tres enfoques que describen aspectos no siempre homogéneos, y coincide en que el aprendizaje puede ser entendido como producto, como proceso, y como función.
Siguiendo a estos autores, y releyendo las definiciones anteriores, es efectivamente posible agrupar las definiciones en aquellas que comprenden al aprendizaje como un proceso, como un producto o resultado, o como una función. Pero ello, no obstante, no debe hacernos pensar que tal agrupamiento superaría la diversidad existente. Por ejemplo, entre autores que definen al aprendizaje como un proceso, podemos separar a aquellos que lo entienden como un proceso que dura toda la vida y tiene una finalidad adaptativa (como Spencer), de otros que entienden al proceso como el curso de la experiencia que un individuo transita para apoderarse de un conocimiento específico (el proceso de aprendizaje de los números racionales, por ejemplo).
De igual manera, decir que el aprendizaje cumple una finalidad adaptativa, ¿no es definirlo como una función? Pero, ¿una función en el mismo sentido que, por ejemplo, la atención, u otro tipo de función?
La vastedad del objeto de estudio es tal, que todas las definiciones parecen apropiadas en algunos sentidos e incompletas en otros. No se trata de definiciones incompatibles, sino quizás, de miradas particulares de un objeto tan amplio, que todas estas interpretaciones resultan parciales e insuficientes. No debe esperar el lector de este texto una definición acabada de lo que significa aprender, ya que cualquier definición que podamos proponer tendría las mismas limitaciones y quizás los mismos aciertos que las definiciones anteriores. Tampoco se trata de construir un rompecabezas del todo intentando hilvanar tan heterogéneas perspectivas. Nos contentamos con dejar en claro que hablar de aprendizaje es hablar de un objeto complejo, multidimensional, sobre el cual existen algunos acuerdos, pero sobre el cual predominan las diferencias.
Después de todo, proponer una definición definitiva, ¿sumaría algo a la comprensión de nuestro objeto? O, por el contrario, ¿no reduciría la complejidad a una mirada simplista?